Abundaron aquellas manos manchadas de su aceite, cual dios divino.
Y pechos desnudos mostraban en su perfumada piel,
su bostezante herejía, a un alejado sol.
La noche siamesa, con la tranquilidad del susurro, hablaba con la voz de extinguidas flores, quemando fábulas en su rojo color sobre el libro donde ardían mis ojos.
Era la vida respirada de un perfume
don dumas
Entre la surrealidad y el mito. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarHola Carlos, ¡estupenda observación! Muchas gracias,
EliminarAbrazos
Te taje champagne
ResponderEliminarpara que inundes tus letras con el
abrazo desde la orilla del mar
hola Mucha, y tan embriagador es el mar, tan inspirador como el champagne
EliminarGracias,
Besoss
Me encanto ese final para tan lindo poema. Saludos amigo Don Dumas.
ResponderEliminarHola Sandra, y a mi me encanta que te gustara un final.
EliminarGracias amiga
Saludos
Precioso y melancólico. Hermosísimo. Besos :D
ResponderEliminarHola Margarita, no sé recordar, de ahí la melancolía,
EliminarGraciass
Besoss