me habláis, con el volátil rojo que arpea sobre mis ojos,
inmerso en mi vesánico mundo de círculos
Hay mantos de amusgada tela que tapan el canto de mi solitaria voz
Es mi pagus sin sentido
La temerosa frescura, tan apretada, ella, en una mansa rueda, viajera de mi tiempo bastardo
Me muerden celosos los paraísos de Venus, mi carne temblorosa encerrada por su cielo
Ascendentes sorbos donde escondo mi demonio entre mis alas de ángel
ante los ojos de esta dama persa difuminada en la niebla
Y no solo me observan
Me agarran sus profundas raíces del consuelo, escondidas entre una tenue luz
Invisible
Reino de los iris perfumados
¿Por qué no soy dueño de mi vida?
Expectante, yo reposo, entre el óxido de las jaulas,
para conocer el futuro de mi muerte desconcertante
Mundo de imperecederas cenizas, yelmo abrasador en mis manos huidizas
Señora oscura, paseas en todas mis noches enseñoreada de sinrazón
Lloro tus estrías, las lloro, malditos surcos hiriendo mis lunas exentas de tus días
don dumas
A Carlos Acutis