para que arrecie en nuestro pecho su aire
Como delicioso placer enmascarado amo a la señora que invade con sus prejuicios mi colofón, donde no llega palabra, donde se inventa el clamor, mujer duende, que sin escrúpulos me habla
He de ser prisionero huido de tu pecho, el que alarga mis visiones
Libérame de tus muecas crueles en el trasvase de nuestras salivas
Y entre una vida y el polvo herrumbrado reposados entre conciertos de elixir,
y entre una avispa y su trazo olvidado,
veremos caer la maraña fantasmal, como un perfume embriagador
volátiles plagas de dolor, de rostral humano
desde las frondosidades del Este dominador
enloqueciendo
que con su estrepitoso silencio nos desarman
¡Duendes que dormían!
Veremos acallar nuestras sonrisas mientras el cielo se enciende de miedo
Nos Apagaremos de idílico devenir
Mientras los espejismos duermen a sus caballos, alejados trotes sobre el barro
Las fortalezas se elevarán antes del suicidio de las corolas, agarradas a los montes que nunca dejaron de existir
Yo que amé entre sonrisas de humo a la hermosa paloma. Que no despierte el destino en mi camino, y continúe virgen ese nombre de mujer.
don dumas