Me escribo con una máquina.
Ella no conoce su sexo.
Yo soy el hombre.
La lluvia se muestra a través del cristal sombrío de las mañanas.
Yo observo su humedad.
Son mis ojos.
Mis ojos.
Ella no siente a Dios
ni el elixir de los pájaros.
Ella tiembla
cuando mi respiración se acerca a su sonido.
Ella no siente a Dios
ni el elixir de los pájaros.
Ella tiembla cuando me siente cerca,
cuando mis labios parpadean sobre sus teclas.
Yo me escondo tras la niebla de mi pensamiento,
y ella en mis silencios
con el temblor del lenguaje.
Adiós.
Y respiro,
y respiro
hasta disolverme
en la veleidad de los aceros.
don dumas
Dios mio,qué belleza de poema... qué gran historia de amor..sin duda.
ResponderEliminarEsta estrofa me colma, me dice que el poema siempre tiene un regalo para mi:
"Ella tiembla cuando me siente cerca,
cuando mis labios parpadean sobre sus teclas.
Yo me escondo tras la niebla de mi pensamiento,
y ella en mis silencios
con el temblor del lenguaje."
Brutal la imagen de los labios parpadeando sobre las teclas...qué delicadeza. magia pura
Beso admirado