La
oscuridad comenzó a invadir el tiempo,
el tiempo
presente ensombrecía el futuro,
y el
futuro masacraba las mentes.
La noche
pasó a ser la reina de la vida,
vestida
con múltiples y extraños tapujos,
que
enrarecían, aún más, nuestra existencia.
Y en su
destino permanecía la Luz,
esperando
el firme momento de su regreso
que sin
avisar se sucedería.
Y en un
caballo regresará, portando
en sus
libres manos el símbolo de la Verdad,
el día,
el mes, el año: LA ETERNIDAD.
Que
dicotomía gobernaba al ser,
que entre
dos colosos permanecía y encontrase
lejos de
conocer su fin.
Y aquel
esperaba una señal que no vendría,
pero eran
sus ojos, ciegos y exaltados
por el
silencio del abismo, quienes no la veían.
Pero la
oscuridad, dueña del ser,
eligió la
ignorancia por aliada fiel,
y juntas
las dos gobernaban.
Sin
rostros, muy pausadas ahora caminan;
avanzando
sin resistencia, cruelmente,
extirpan
todo aquello que fue creado.
SIREBILO
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